Continúa el aislamiento y con él aumenta la capacidad de analizar y comprender distintas situaciones que esta cuarentena, que nos tomó absolutamente por sorpresa, provoca.
Las niñas y los niños son realmente protagonistas y motivadores de reflexiones. Observándolos gracias al tiempo del que hoy disponemos, uno puede ver en profundidad y entender reacciones, cambios y distintas realidades que desde la inocencia y la espontaneidad parecen tan sencillas.
Hablando con mi nieto que vive lejos, a través del celular, comenzamos a jugar y a disfrutar actividades que no hacíamos antes. Por ejemplo contamos chistes, leemos cuentos, soplamos velitas… Es como si él entendiera sin necesidad de recibir demasiadas explicaciones, que en este momento hay un cambio y su abuela no puede ir entonces jugamos de otra forma. Pero lo mejor de todo esto es que inventa cosas, construye un barco con una botella de plástico, arma aviones y hace dibujos para todos los que compartimos con él aunque sea un rato por la pantallita diminuta del teléfono. Porque aunque la comunicación sea en un televisor de muchísimas pulgadas, siempre resulta pequeña comparada con el abrazo, el mimo o la presencia. Él entiende que las reglas de juego hoy son otras, y se entretiene y aprende de quienes lo rodean sin demasiados cuestionamientos.
Por otro lado, aquí muy cerquita vive mi nieta que es un poquito más grande. Ella cumplió años también en aislamiento y tuvo su cumple cibernético y sus llamadas…Pero la sorpresa la sentí cuando después de hacer una búsqueda del tesoro muy sencilla en su casa y de encontrar como premio una soga para saltar, sus ojitos reflejaran una alegría enorme y enfrentara el desafío de aprender a saltarla como un reto muy divertido. Con ella comparto los cuentos, los vestidos de muñecas, el ludomatic, las cartas y el teléfono fijo!! Si, en esta cuarentena aprendió a llamarme por el teléfono fijo, sin buscar mi foto entre los contactos del celu de mamá o papá. Y a través de ese medio charlamos y nos descubrimos en el tono de voz o en los silencios.
Con estas dos referencias, que son las que vivo en mi realidad y con los relatos y experiencias compartidas con familiares y amigos a través de las redes, es que dimensiono lo que es vivir hoy una infancia de pandemia. Algo inimaginable hasta hace unos meses…
Sé que no es la situación de todos los niños y niñas, ni de todas las familias. Por eso no puedo generalizar ni hablar por todos, pero la reflexión va más allá de las circunstancias que cada uno atraviese, está más relacionada con la infancia y la facilidad para acomodarse a nuevas formas de vida, sin reclamos.
Los peques tienen un poder de adaptarse a las circunstancias, tan dinámico; una aceptación de las nuevas condiciones de vida tan espontáneo… Los adultos deberíamos aprender a transformarnos sin demasiadas vueltas, como lo hacen ellos.
Y de repente todos los relatos de hace un tiempo, cuando con sus ojitos muy abiertos escuchaban acerca de los juegos simples de las infancias nuestras y de sus papás, se convirtieron en su realidad, en la experiencia que hoy les toca vivir. Y vuelven sin pensarlo a la sencillez de una soga de saltar, de un elástico, de las cartas o de alguno de esos juegos simples donde solamente, se juega. En esos momentos no compiten contra una pantalla y disfrutan, se dejan llevar por lo nuevo, que en realidad es viejo.
Y en estos más de cuarenta días ya, los celulares, las tablets y las compus dejan de ser el eje de la diversión. Quizá porque al comienzo eran el chupete electrónico para mantenerlos más tranquilos. Pero de a poco todos nos fuimos acomodando a buscar en nuestro interior, en nuestros recuerdos para transmitirlos y compartirlos. Y los sorprendimos y los llenamos de novedades y vimos muy estimulada su creatividad que hasta hace poco estaba dominada por las pantallas. Y un día, un balero hecho con un vasito de yogur y un piolín se transformó en un desafío al cual claramente no estaban acostumbrados. Y una película en la tele con una merienda, es un momento de compartir entre todos como algo distinto.
Entonces si las niñas y los niños pueden volver a las fuentes y sentirse bien, pueden disfrutar las cosas simples con alegría, pueden conformarse sin tantos juguetes nuevos y sobre todo pueden sonreír; las preguntas podrían ser: ¿Qué haremos el día después? ¿Iremos corriendo a comprarles el juguete de moda? ¿Actualizaremos sus dispositivos para que puedan descargarse la última versión del video juego? ¿O tendremos la paciencia para seguir con la simpleza que ellos aceptaron y estimularemos su creatividad como en el aislamiento? ¿Cuál será la mejor opción? Obviamente que yo no tengo la respuesta, eso dependerá de cada uno y de la escala de prioridades que esta infancia de pandemia les haya dejado y de la capacidad que tengamos los adultos de despojarnos de tantas necesidades innecesarias.
Yo solo puedo reflexionar desde los años vividos y entender que eso de que todo tiempo pasado fue mejor no es cierto, no. Solo tenemos que evaluar de acuerdo a nuestro presente, cuál es ese tiempo pasado.